La aparición y persistencia de la crisis o la posibilidad de que se produzca aconsejan a la empresa mantener excedentes de tesorería, como fuente de último recurso, o la posibilidad de obtener efectivo si lo precisa. Como la tesorería tiene un coste porque debe ser financiada, una alternativa más económica es contar con la posibilidad de conseguir dinero en vez de poseerlo. Esto puede lograrse disponiendo de algún activo susceptible de ser vendido o contando con financiación negociada pero no utilizada. Sin embargo, esta opción más rentable incorpora más riesgo –el eterno binomio–, pues llegado el momento pueden fallar los planes.
Con frecuencia, los enfoques académico y consultor del cash management formulan el objetivo de tesorería cero, debido a la prioridad que otorgan al beneficio y a la capacidad para optimizarlo de los sistemas de gestión tesorera. Pero para decidir el saldo adecuado ha de considerarse también el riesgo. Como se comprueba en épocas de restricciones crediticias, seguir el eslogan de tesorería cero es arriesgado y puede precipitar el concurso de acreedores. Incluso, aunque se disponga de activos que la empresa confía vender en caso de necesidad, la crisis puede trastocar esos planes porque desaparezcan sus mercados o se reduzcan sus precios, como sucede actualmente con las acciones, los títulos de deuda o las propiedades inmobiliarias. En estas circunstancias, para hacer caja con la que atender el servicio de la deuda, las cadenas hoteleras malvenden sus establecimientos, las inmobiliarias, sus edificios, y otras empresas, sus participaciones societarias.
Por ello, la liquidez más segura es mantener efectivo. No es de extrañar que las empresas más solventes y con financieros expertos traten de acumular saldos elevados durante las épocas de bonanza, limitando el crecimiento o los dividendos, por ejemplo, para hacer frente a la incertidumbre de los tiempos adversos. Los informes financieros de las grandes empresas rentables atestiguan el elevado efectivo con que cuentan (miles de millones, en ocasiones) que complementan con la disponibilidad de financiación no utilizada. Incluso siguen esta política, cuando pueden, las empresas en pérdidas y con dificultades para refinanciar su deuda.
La tesorería que debe minimizarse, mediante una gestión competente del movimiento de fondos, es la operativa, es decir, la vinculada con las operaciones. El objetivo de tesorería cero debe limitarse a la operativa, aunque ésta no pueda ser nula por la tesorería en tránsito que provocan los floats comercial y financiero.
En conclusión, no cabe renunciar, si se puede, a mantener excedentes de tesorería por razones de precaución, y también para aprovechar las oportunidades que surgen cuando otros malvenden para sobrevivir. Aunque se reduzca algo el beneficio se aumenta la seguridad de hacer frente a los pagos. Al menos las empresas solventes y con una buena función tesorera no caen en la trampa de la tesorería cero.