Fue Aleen Lee, la prestigiosa profesional del venture capital, quien acuñó en 2013 el término de unicornio referido a una startup. El caballo de un cuerno se aplica a una empresa innovadora cuyo valor, antes de salir a bolsa, supera los mil millones de dólares. Las empresas unicornio son jóvenes y de base tecnológica, como la que ahora conforma lo digital. La valoración se estima por la lograda en la última ronda de financiación o en una operación de venta. Aunque el unicornio es un mito, las startups de gran éxito son pocas, pero están aquí. Por eso Aleen quiso integrar en esa denominación la idea del éxito rotundo, con lo inusual y lo mágico.
La senda de las empresas unicornio
Los unicornios ya no son tan raros. Se han multiplicado unas 20 veces desde 2013. Además, estas empresas han existido antes, sin saber que eran unicornios. Las startups surgen en oleadas, como consecuencia del progreso de la tecnología. Los unicornios, más esporádicamente. La historia nos aclara que en la década de los 60 del siglo pasado los unicornios nacieron en torno a los semiconductores (Intel). En la siguiente fue el ordenador personal (Apple). Luego las tecnologías motrices fueron la ofimática (Microsoft) y la comunicación (Cisco) y en los 90, internet con sus buscadores (Google) y la venta online (Amazon). Desde principios de este siglo son muchas: las redes sociales (Facebook), la inteligencia artificial (Argo AI).
Las pocas startups que triunfan lo hacen a lo grande
Esto se explica por el efecto red, que aprovechan la mayoría de las empresas unicornio. Este efecto hace que haya pocos ganadores en un mercado cada vez más global, porque propicia la escalabilidad rápida del negocio en un mercado sin fronteras. Se ha estimado que menos del uno por mil de las startups llegan a unicornios. Parecen pocas, pero representan mucho dinero. Por eso hay mucho inversor a la caza del unicornio.
¿Por qué brotan los unicornios?
Destacamos cinco causas principales en la actualidad:
- La ingente liquidez del sistema financiero provocada por la política monetaria de interés negativo y la inyección de dinero al sistema mediante la compra masiva de activos de los bancos centrales.
- El auge del capital riesgo, espoleado por esa liquidez y por las espléndidas oportunidades de inversión, aunque arriesgadas, que brinda el progreso tecnológico. Éste se aceleró por los nuevos hábitos de consumo y trabajo que trajo el Covid-19.
- La falta de atractivo de la renta fija debida a los intereses miserables que ofrece el mercado. Solo ahora se atisba, con la amenaza de la inflación, la liberación del tipo de interés, tanto tiempo secuestrado.
- El aumento de las valoraciones que origina el tipo de interés bajo al inflar el valor actual de los flujos de caja (el valor se comporta al revés que el tipo de interés).
- Las fantásticas valoraciones que arrojan los criterios de la era digital. Son los métodos que nacieron antes de la grave tecnocrisis de principios de este siglo, con los que casi cualquier valoración es posible, y que estimulan la avidez inversora.
La llegada de los Decacornios
La lista de unicornios ha ido creciendo (ahora hay unos mil en el mundo) y se consolida su éxito, de manera que las valoraciones también han engordado. Nace así el exclusivo club de los decacornios, cuya valoración alcanza los diez mil millones de dólares. Entre ellos, Uber y Airbnb. Pero aún están lejos de las compañías más grandes del mundo por su valor. De las cinco mayores, cuatro son de tecnología y antiguos unicornios: Apple (que equivale a unos 250 decacornios) , Microsoft, Alphabet (Google) y Amazon. Los decacornios pacen sobre todo en Estados Unidos (un 50%) y China (casi el 20%), países donde ya asoman los hectacornios. ¿Serán éstos demasiado grandes para sobrevivir y aguantará su valoración actual el nuevo escenario financiero que se atisba?
Juan Pérez-Carballo
Director del Máster en Dirección Financiera de Next Educación.